28 enero 2006

La ballena y el tigre desorientados

Para qué más:
"Fuera del despiste del genio, no es cierto que todos los caminos conduzcan a casa. Muchos humanos no están demasiados seguros de dónde se encuentra su hogar, y vagan cada noche con paso desorientado perdidos en el limbo de la nada. “En medio del camino de nuestra vida me encontré en una selva oscura”, dice el Dante. Días atrás, un personaje de “la contra” describía lo que él denominaba “síndrome de Ulises”: pérdida del sentido de la orientación, fatiga crónica, molestias osteomusculares propias de la tensión contenida… Parece como si los seres contemporáneos hubiesen perdido la armonía entre ellos y el mundo donde viven. Se esfuma el mito sobre el que se fundan las certezas residuales de nuestro tiempo, el mito de la tecnología, de la perfección matemática, del dominio del hombre sobre la naturaleza… Como la ballena y el tigre, muchos están fuera de la realidad y del tiempo, han perdido sus señas de identidad, su historia, y puesto que la memoria es la identidad, han perdido también toda conciencia de sí mismos. Pascal ya hizo el diagnóstico hace tiempo: “La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer en su habitación, que es su hogar”. Y eso vale también para el tigre escalador y la ballena de agua dulce".
Roger Jimenez, El síndrome de Ulises

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

GPS

Según una curiosa encuesta hecha pública por una marca de navegadores, cada uno de nosotros pasa un año y medio de su vida perdido. Estamos hablando de 18 meses, o 540 días. En minutos asusta más aún. Pregunten, si no, lo que dura un minuto en tales circunstancias a los niños que se extravían en las ferias del libro o en los grandes almacenes. También los adultos nos perdemos, y no siempre encontramos el camino de regreso. Abundan las estadísticas sobre personas desaparecidas. La cuestión es que, en el mejor de los casos posibles, resulta que uno, al final de su vida, ha estado un año y medio extraviado; un año y medio preguntando por tal calle o tal otra; un año y medio pidiendo a Dios que al dar la vuelta a la siguiente esquina apareciera un edificio familiar, una calle conocida, un rostro amigo.

La publicación de la encuesta sugiere que nos podríamos ahorrar un año y medio de vida si dispusiéramos de un navegador. Desde ese punto de vista, salen muy baratos. Ahora bien, yo no cambiaría por nada mi año y medio de desorientación. Debo todo lo que soy a esos momentos de ansiedad en los que no sabía dónde me encontraba. Si Pulgarcito, en vez de miguitas de pan, hubiera utilizado un GPS, nos habríamos perdido uno de los cuentos más importantes de la literatura oral. Precisamente, el GPS dispone de una opción titulada "Casa" para regresar al hogar. Lo mejor es que cuando llegas a la puerta, una voz misteriosa asegura que has llegado a "tu destino". Es ideal para aquellos que tienen dudas acerca de su matrimonio. Lo raro es que la opción "Casa" se activa del mismo modo tanto si vuelves de la iglesia como del prostíbulo.

Todo esto no era para hablar mal de los navegadores. Al contrario, me he comprado uno con el que me pierdo de un modo insólito: llegando al sitio que buscaba. Lo que ocurre es que, una vez en ese lugar apetecido, me pregunto con frecuencia qué hago allí. No hay sensación de pérdida más fuerte que la que proporciona haber llegado a donde deseabas. Y para eso el GPS no tiene precio. A veces le propongo direcciones antiguas, de cuando era adolescente, y las encuentra, pero las personas que busco ya no están.



Juan José Millás

(El País, 30 de diciembre de 2005)

1/30/2006 03:27:00 p. m.  

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