27 enero 2006

Holocausto

Recordemos hoy y por siempre
Hace un par de días, en el Círculo de Bellas Artes, una mesa redonda, casi por casualidad. Hablaban de los judíos y de la Shoah. Gente importante. Una mujer apasionada, otra que se dedicaba a la política, un cura muy listo, un griego que hablaba de exilio... Y un violín. "El violinista de Auschwitz", le llamaban. Señor decrépito, sobrepasado por la emoción y el calor de los emocionados, todos, en aquella sala. Un beso buscado, y comenzaba la música. Silencio... silencio... Jacques Stroumsa, el violinista, cogía su instrumento, mientras los asistentes nos imaginábamos a un chaval apuesto, con más de sesenta años menos, en su casa, o en el campo del horror, haciendo música. Cuánto tiempo había pasado hasta hoy, cuantas arrugas cercaban sus ojos y sus horas! Parecía que no iba a empezar nunca. Empezó. Ya no era música lo que oíamos, sino recuerdos. No sabríamos decir qué escuchamos, porque los dedos no eran los de antes, porque la música no era tal. Oíamos un viaje amargo mezclado con agua. Sonidos que salían con facilidad. Ni negras ni corcheas, sino alambre y hierro helados. Pero hacía el calor envolvente, empalagoso, de los hechos sin memoria, por recientes. Nos acercamos al umbral de una puerta que no había de ser muro. Hasta el momento repartía una luz, como una vela de muerto. Holocausto, si es que significa algo, no muere, no olvida, no venga, no lucha. Se viste de barro, y le habla a la tierra.
Nadie nos forma otra vez de la tierra y el barro, nadie sopla en nuestro polvo. Nadie. Alabado seas tú, Nadie. Por ti queremos florecer hasta ti. Nada fuimos, somos, seremos, floreciendo: la nada, la rosa de nadie. Con el lápiz transparente, con las fibras de polvo baldías como este cielo, con la corona roja de la palabra púrpura cantamos a las, oh, a las espinas. Paul Celan
Día del Holocausto. En España, y en la ONU, se habla de ello