Leemos, con los pelos de punta, la
historia de la indigente muerta a manos de tres chavales en Barcelona. El caso no deja de ser grave. Ricard P.B. y Oriol P.S., de 18 años, y Juan José M.R., de 16, han matado a una persona. Aunque no quisieron declarar ante el juez, explicaban que
"se les había ido la mano".
Está claro que algo falla cuando la diversión de tres chavales que por poco no tienen derecho al voto, o a sacarse el carné, es el de apalear a una señora, que dignamente (sí) duerme en un cajero automático, por el motivo que sea. La
extrema derecha está resurgiendo, y no sólo en los planteamientos de algunos "
populares". En los últimos tiempos estamos asistiendo a la proliferación de grupos "skin heads", que se contraponen a los "red skin" (nazis de izquierda), además de las bandas rivales de origen latino que en algunas ciudades ("ñetas", "latin king", "santos" o "lion black") denotan una integración de minorías mal aprendida. Y esto supone una bomba de relojería, más si miramos
ejemplos como el francés.
Matar a una persona. Toda una experiencia a los 16 años. Y lo fácil que es. A veces con un simple golpe mal dado es suficiente, cuando no con una acalorada discusión que acaba en pelea, o con un momento de locura transitoria.
El milagro de la vida es complejo en extremo y raro, y sin embargo propiciar la muerte, o simplemente dejar de vivir es tan fácil...
Algunos gobiernos se escudan en tener yacimientos de petroleo para matar a miles de personas, políticas egoístas de países occidentales se desarrollan mientras millones de personas mueren... Pero supongo que siempre es distinto apretar un botón que matar físicamente a alguien. Y su corazón deja de latir exactamente igual, y sus pulmones dejan de albergar aire.
Los jóvenes mayores de edad irán a la cárcel, y el menor al reformatorio. ¿serán conscientes de lo que han hecho? ¿Cómo será el resto de su vida?
En la blogosfera no he visto mucha repercusión del caso. Algún post, igual que algún artículo,
como éste que os recomiendo, que tratan el hecho cada vez menos insólito, para nuestra desesperación.
Lo que no he visto, y es lo que más me indigna, es el nombre de la indigente. Mal camino hemos elegido cuando ya los indigentes no se llaman, cuando su nombre es menos relevante que el del periodista que cubre la información. Mal camino, cuando llamamos a la asesinada indigente, sin más. Es negarle la vida que la indigencia le había robado ya, y que nosotros le debemos como compensación y tributo a su final anónimo.
Actualización!: Recibo por sms una referencia a
un artículo de El País de hoy. Investigan a María del Rosario Endrinal Petit, que había sido secretaria de las buenas, hasta que cayó en la droga y la abandonaron amigos, familia, y dinero. Es la única muestra de interés de la prensa (aunque corrijo, su nombre apareció en más sitios) por una historia de verdad, de las que merecen ser contadas y aportan dignidad al diario. Cito un par de partes:
Todos la recuerdan como Charito, una niña pizpireta y bonita que destacaba por su belleza sobre las compañeras del colegio de monjas del barrio en el que cursó sus estudios primarios y el bachillerato superior. Hija de un modesto empleado de una fábrica de cerveza oriundo de León y de una maestra de escuela de Valladolid, María del Rosario fue para sus padres el símbolo del triunfo social, que les permitía ascender en la jerarquía social del barrio y dejar de ser "los castellanos".
[...]Un médico, compañero de juegos en la infancia, intentó, con la ayuda de una asistente social, conseguirle la ayuda del Ayuntamiento. Fue el último gesto de misericordia de un barrio que, molesto, empezó a estigmatizarla. Abandonó el vecindario, buscó cobijo en otras zonas alejadas de la ciudad. María del Rosario acabó paradójicamente en un cajero automático de La Caixa, en el mismo lugar donde empezó su carrera profesional. Sus familiares han prometido que la enterrarán un día de éstos. Tenía 51 años.
Quizás Ferrán Sales, que firma la información, cae en la tentación de "humanizar" demasiado la historia (es una percepción personal), pero ésta no tiene desperdicio, aunque vaya en una 30 sin grandes honores. Más en
"La mendiga fue secretaria"
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