Novela, a reflexión
Mirad qué me he encontrado
Se comprende el desconcierto de los novelistas contemporáneos al observar cómo el espectáculo del día a día supera con creces las fabulaciones del más descabellado creador de historias. Eso que llamamos novela surgió con el propósito de entretener a los lectores asomándoles a mundos, personajes y hechos insólitos con que alimentar sus sueños y para rescatarlos de la adocenada rutina en la que discurrían sus horas. Hoy en día la novela es el pálido remedo de una actualidad cuyas enormidades se superan a cada instante y que, como dijo una vez Muñoz Molina, hace competencia desleal a la ficción. Exigimos al escritor verosimilitud en sus historias; la vida real, por el contrario, goza de bula para saltar todos los límites imaginables, los del absurdo, los del horror, los de la risa y los del ridículo. «La verdad –sostenía Mark Twain- es más extraña que la ficción, pero eso se debe a que la ficción debe ceñirse a las posibilidades; la realidad no». A esto se refería Eduardo Mendoza cuando sentenció hace unos años –y ha repetido estos días pasados- que la novela es un género condenado a desaparecer. Ya no hay necesidad alguna de devanarse los sesos en busca de argumentos fascinantes si con sólo enchufar el televisor se nos viene encima una avalancha de peripecias y situaciones merecedoras del premio Pulitzer. El novelista es, en el mejor de los casos, un reportero venido a menos que ha de conformarse con hurgar en la épica subalterna, la de esas migajas que quedan tras el festín de los telediarios y de los reality-shows. Tal vez por eso empiezan a ser legión los escritores que han decidido recluirse en el insípido mundo de las emociones blandas, en los escasos reductos de intimidad todavía no hollados por la alcahuetería de los focos, y nada digamos de los infinitos Dan Brown que se zambullen en tiempos pasados confiando en que la Historia –o la patraña, o el misterio trucado- les suministre materiales más atractivos dignos de ser llevados al papel. Los grandes héroes, los pícaros, los maleantes, las almas en pena, los piratas, los seres deformes, los pordioseros, los psicópatas, las putas, los robinsones, los enamorados, las hadas, los triunfadores, los terroristas, los ángeles, los duendes, los corruptos, los artistas sublimes, los matarifes, los aventureros se han escapado de los relatos literarios y ahora guardan cola para hacer sus cástings ante los estudios de televisión donde Balzac ha sido sustituido por el ojo de una cámara idiota, que a su vez ha usurpado la voz al novelista, al ciego de los romances y a la vieja que contaba leyendas junto al fuego.
1 Comments:
la vdd me vale loq diga ahi jejeje ni se q estoi asiendo
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