06 junio 2005

Desparroquiados

Corto y pego, es buenísimo!
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Ignoro lo que pueda valer en el mercado un libro de Paulo Coelho. ¿Quince, veinte euros? No, creo que más. Yo no me prestaría a leer un libro de este señor si no me dieran al menos mil euros. De los que he leído gratis –y gratis es aquí un doloroso sinónimo de craso error y de pérdida de tiempo- sólo he sacado una conclusión: que los caminos de la charlatanería son infinitos. Sé que el multimillonario brasileño tiene su parroquia. Nada más lejos de mi intención que burlarme de esos inocentes lectores que leen sus fabulitas y sus apólogos y sus frases lapidarias como quien escucha al oráculo, creyendo que provienen de una voz sincera y preñada de espiritualidad. Pero Coelho es a la filosofía lo que el bombero torero a la tauromaquia. Los vínculos entre Coelho y la poesía son semejantes a los que Las Supremas de Móstoles mantienen con el bel canto. Y sin embargo este embaucador ha amasado fama y fortuna haciéndose pasar por filósofo poeta, o algo así. Bueno, también predica la austeridad y ahí le tienen forrado de pasta. Estos días el anacoreta de pega, el místico de diseño, el predicador de cinco estrellas anda presentando un nuevo libro que ha dado en titular El Zahir, como el cuento de Borges. El lanzamiento editorial de sus ocho millones de ejemplares no tiene nada que envidiar a las técnicas de promoción hollywoodenses: anuncios en la televisión, gigantescos carteles en las fachadas de grandes almacenes, ruedas de prensa multitudinarias. Pero esta vez los agentes de ventas de Coelho han querido añadir a la campaña un toque de originalidad, quizá para compensar la manifiesta falta de originalidad de su novela, si hacemos caso a la sarta de lugares comunes que Coelho va soltando acerca de su producto entrevista tras entrevista. Ese golpe de efecto ha sido el robo a mano armada de de dos mil copias de El Zahir. Ha ocurrido en Buenos Aires. Dicen las noticias que los ladrones asaltaron el furgón que transportaba los libros horas antes de la fijada para su puesta a la venta en Argentina. No se sabe si el atraco fue una joda de intenciones publicitarias, un acto de pillaje relacionado con la piratería editorial o la operación de unos benefactores públicos en defensa de la literatura. La cuestión es que al gurú de la autoayuda ful no le ha venido nada mal. El atraco bonaerense, al igual que la retirada de ejemplares de las librerías iraníes por orden gubernativa, seguirá alimentando la leyenda del gran farsante, sobre quien por cierto pesa estos días una acusación de plagio. Todo alimenta. No es casualidad que zahir, según Borges, fuera el nombre de una moneda.
Por cierto, Mondoñedo Ferrol tiene nuevo obispo...